PURMAMARCA - TÍLCARA - SALTA

Nos levantamos pronto para aprovechar el día y lo primero que hicimos fue observar el cerro de los Siete Colores desde la terraza de la casa donde estábamos hospedadas. A pesar de levantarnos pronto ya hacia un sol que achicharraba así que pasamos de fotos, nos duchamos, nos perfumamos y nos fuimos a desayunar... HURRA!!!! otra vez limpitas! Sin una mota de polvo en nuestros esbeltos cuerpos... Cuanto nos iba a durar eso?

Después de desayunar hicimos la primera caminata del día, para no perder la costumbre, pues últimamente no somos felices si no caminamos unos 11 km diarios, subimos algún cerro empinado o movemos nuestros músculos al vaivén de alguna carretera empedrada. Desde el cerro se podía contemplar una montaña colorida, con tonos rosas, tejas, violetas, amarillos... todo un espectáculo. Nunca habíamos visto montañas que se pintaran de diferentes colores. Muy bonito. Recogimos unas muestras para poder enseñároslas a la vuelta.
Muy animadas, partimos hacia Tílcara o Tilcara, aún no sabemos muy bien como se pronuncia, y en el camino seguimos encontrando montañas bellísimas y de momento el camino era asfaltado... Todo un lujo después del día anterior. Llegamos a Tilcara y nos recomendaron caminar por la Garganta del Diablo, pero como no teníamos demasiado tiempo tuvimos que subir hasta ella en coche, en vez de andando.... Y qué nos encontramos? De nuevo ripio, piedras y baches en una carreterucha donde sólo cabía un coche... Como ya somos expertas, lo subimos sin problemas. Pero el reto no había acabado ahí. Después de subir y bajar ooootra montaña, al regresar, una amable mujer con un bebé y 3 niños más, nos pidió por favor si podíamos bajarla al pueblo en coche, pues tenían que subir y bajar cada día a lo alto de la montaña.... Imaginaos, un Volkswagen Polo de 3 puertas con 8 personas dentro y una bajada de 8 km de ripio. Fue toda una experiencia. La mujer nos explicó que en la montaña había una pequeña escuela con unos 11, 12 niños con pocos recursos que no podían ir a las escuelas del  pueblo. Fue chocante ver las diferencias sociales que puede haber también en este país.
Por suerte llegamos bien a Tilcara y de allá tomamos rumbo a Salta. En el camino hicimos miles de fotos a la Paleta del Pintor, otra montaña  llena de colores a los pies de Maimará.
Como debíamos ahorrar en km (para no pagar más de la cuenta por el alquiler) decidimos ir por la cornisa de Salta. ¿Y qué nos encontramos? Una carretera asfaltada, sí, pero muy estrecha y llena de curvas. Pero como somos unas maestras al volante, lo solventamos perfectamente. Al llegar, decidimos celebrar nuestro día en las Peñas de Salta, unos locales donde los salteños se reúnen, comen y escuchan música folclórica en directo.

Chinpum!